3.2.7. La sexualidad en la adolescencia.

El bombardeo de erotismo al que se ven expuestos desde niños los adolescentes, siembra mucha confusión. Una buena orientación en esta etapa de la vida redundará en un desarrollo armónico de su afectividad, pero también un clima exagerado de reglas, prejuicios y advertencias, tendrá como consecuencia personalidades apocadas o rebeldes desenfrenados.

La entrada en la adolescencia representa siempre un momento crucial en la vida de las personas. No se trata únicamente de la explosión de actividad hormonal propia de la pubertad, sino también, desde el punto de vista psíquico, la adolescencia representa un gran cambio. La adolescencia es la edad de los sueños. Es la edad en que la persona comienza a tomar las riendas de su vida para llevarla en la dirección querida. Por eso, reducirla únicamente a lo sexual hace mucho daño.

Los adolescentes deben saber que la sexualidad en la persona humana está íntimamente unida a su afectividad. Los cambios corporales no sólo lo introducen en la experiencia de lo erótico —del placer sexual—, sino también en la experiencia del amor humano.

Junto al desarrollo de la sexualidad, también aparece la atracción entre los sexos. La carga hormonal que habilita el uso de los órganos sexuales también lleva consigo la aparición del instinto sexual, que mueve a la persona a sentirse atraída por el sexo opuesto. Esta fuerza de atracción es algo nuevo en la vida psíquica del adolescente. El adolescente debe comprender que lo que le atrae no son sólo “los sentimientos” o la forma de ser de la otra persona, sino primordialmente el hecho de que sea una persona del sexo opuesto. Atracción sexual y atracción afectiva van de la mano. Es decir, la atracción afectiva no se mueve en un plano distinto de la atracción sexual.

Ahora bien, esa atracción sexual no es únicamente sentirse atraídos para realizar el acto sexual. Atrae todo lo femenino y lo masculino de la totalidad de la persona. Es decir, los chicos se sienten bien en compañía de las chicas porque a ambos les resulta agradable lo masculino o femenino que hay en el otro: sus gestos, su sonrisa, sus temas de conversación, su perspectiva del mundo, su fragilidad o fortaleza, su genio intelectual o su agudeza, su ternura o brusquedad, etc.

El adolescente debe aprender a manejar la efervescencia con la que lo invade en ocasiones el apetito sexual. La última palabra no la tiene su instinto, sino su racionalidad. Su sexualidad debe ser englobada en el conjunto de su personalidad. Se trata de que aprenda a ordenar su apetito sexual. Esto requiere la adquisición de una serie de hábitos que le permitan enfocarse en otros aspectos de su vida. Adquirir cualquier hábito requiere esfuerzo. Pero no se trata de esforzarse por que sí, sino de esforzarse al tiempo que se busca alcanzar objetivos de vida. Un adolescente que no tiene hobbies, metas, vida social sana, deporte, vida familiar, etc., terminará refugiándose en los vicios relacionados con la sexualidad.  

El apetito sexual se manifiesta de modo distinto en hombres y mujeres. Quizás las más vulnerables en este aspecto son las mujeres. Su apetito sexual permanece como oculto detrás de sus deseos de figurar y experiencias afectivas. El varón, sin una adecuada educación de sus apetitos sexuales, vive en alerta de figuras femeninas que le resulten sexualmente atractivas. Tiende a invertir horas de tiempo viendo pornografía y rápidamente cae en el vicio de la masturbación. La mujer, en cambio, si no educa su apetito sexual, vuelca su atención en el cuidado de su aspecto físico. Da mucho valor a sus atributos sexuales. Le preocupa acaparar la atención, destacar, ser “el centro de la fiesta” por su belleza corporal. Disfruta sabiendo que es “apetecible” para el varón. Gasta tiempo en fantasías y aventuras románticas. Ahora bien, a la hora de que la sensualidad toma el control, tanto hombres como mujeres, perderán el control y buscarán a toda costa el placer.

La falta de conocimiento propio, y la fuerza con la que se experimenta la atracción sexual, lleva a muchos adolescentes a sentirse “condenados” a enamorarse o, peor aún, a formalizar lo que sienten a través de un noviazgo. En la mayoría de los casos, la declaración de noviazgo abre las puertas a la intimidad sexual, empeorando la situación y dejando serios traumas en la vida de los adolescentes.

Los adolescentes deben ser conscientes de que el noviazgo, para que realmente sea una experiencia enriquecedora, debe esperar al momento en que ambos cuenten con la madurez suficiente para entender que el noviazgo es una preparación para el matrimonio, no una declaración de vía libre para la intimidad sexual. Sentirse enamorado o atraído especialmente por alguien forma parte de la vida del adolescente, y por eso mismo, serenarse y ordenar sus afectos también deben formar parte de su desarrollo. Durante la adolescencia es mejor tener muchas amistades que gastar el tiempo en juegos románticos.

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